De Carlos Segura

la emocionalidad

El último informe de Amnistía Internacional fue una sorpresa para el gobierno dominicano y sus socios nacionalistas. Acusó al país de una política migratoria basada en la discriminación y la exclusión racial y señaló varias violaciones cometidas en la repatriación de haitianos indocumentados.
La reacción fue inmediata: “información ofensiva, imprudente, injerencia, violación de la soberanía nacional”.

Carlos Segura
sociólogo

Es una constante, el perpetrador siempre termina haciéndose la víctima. Esta ha sido también la reacción de gobiernos represivos como el de Daniel Ortega en Nicaragua y Nayib Bukele en El Salvador (por citar uno de izquierda y otro de derecha), cada vez acusados ​​de negar derechos y libertades a sus ciudadanos. : «interferencia imperialista».
Pero es imposible tapar el sol con el dedo. Sólo el desgarrador vídeo de un bebé colgado de la valla del camión mientras su tutor está encerrado en el interior deshace esta denuncia del informe de Amnistía Internacional, lleno de adjetivos y desprovisto de datos o argumentos que demuestren lo contrario.

¿Es esto respeto por la dignidad humana y conexión con el sentido más básico de humanidad? Por supuesto que no.

la estupidez

El gobierno y su coro nacionalista no se cansan de repetir: “La inmigración haitiana representa una carga muy pesada para la nación dominicana, no podemos seguir cargando a Haití sobre nuestros hombros”.

Eso es en parte cierto, según sus cálculos (estimación 2022), la inmigración haitiana le costó al país poco más de 22.000 millones de pesos en gastos de salud, educación y seguridad (mantenimiento de fronteras y operaciones de repatriación). En dólares, eso es poco más de 366 millones por año. Sin duda una suma considerable para un país de desarrollo medio como República Dominicana.

Pero ahora veamos la otra mitad de la verdad, la otra cara de la moneda.
En 2017, año de publicación del ENI-2017, el primer gran estudio sobre la inmigración haitiana en el país, el profesor Antonio Ciriaco Cruz, economista de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, elaboró ​​un informe que mostraba que los trabajadores haitianos aportaban el 7,4%. del PIB de la República Dominicana.

Según el Banco Mundial, el PIB de la República Dominicana fue de 80 mil millones de dólares en 2017. El 7,4% de esa cantidad es poco más de 5.900 millones de dólares, dieciséis veces más de lo que el gobierno estima que gasta en los haitianos.

Y esta relación coste-beneficio a favor del país anfitrión es muy difícil de refutar porque es la misma en todas partes. Los inmigrantes contribuyen más a las sociedades de acogida de lo que reciben de ellas; Sólo en la República Dominicana ocurre lo contrario.

En su caso, esta relación costo-beneficio es mucho mayor a su favor ya que Haití es también su socio comercial más importante después de Estados Unidos. De los casi 12 mil millones de dólares exportados en 2023, 857,2 millones de dólares fueron productos que terminaron en suelo haitiano.

Por su parte, los haitianos exportaron solo $13,5 millones al país en 2023, según datos de la Dirección General de Aduanas.

Haití es uno de los pocos países con los que la República Dominicana tiene intercambios comerciales favorables. Allí se clasifican una serie de productos que serían muy difíciles de comercializar en otros mercados y exigen mayores controles de calidad, protección de cultivos, etc. Para la economía dominicana representa una especie de extensión de su mercado interno, donde vende de todo, sin importar si es de calidad o no.

El cierre total de la frontera entre septiembre y octubre de 2023 dejó al país con pérdidas importantes. Se perdieron entre 2,5 y 3 millones de dólares por cada día de cierre. Los negocios transfronterizos, que van más allá de las exportaciones y ventas en la propia frontera, están valorados en más de 430 millones de dólares al año.
Admito que las ventajas y desventajas de la migración no pueden medirse sólo en términos económicos, ya que es una cuestión multidimensional que se extiende a aspectos sociales, políticos y culturales.

Por esta razón, el argumento favorito de los nacionalistas para justificar su oposición a la inmigración haitiana es la supuesta amenaza que representa para la cultura y la identidad nacional.

Sin embargo, contrario a este discurso infundado, en la relación interétnica entre dominicanos y haitianos, aquellos cuya cultura e identidad están amenazadas no son los primeros, sino los segundos. Son los dominicanos (y es lógico que así sea) quienes tienen el control sobre la riqueza del país, el Estado y sus instituciones (incluidas las fuerzas represivas, la policía y las fuerzas armadas). También son los nacionales quienes controlan las organizaciones de la sociedad civil y los medios de difusión de la cultura, los medios de comunicación, las instituciones culturales, etc.

¿Qué oportunidad tiene entonces el grupo minoritario rechazado y excluido de asimilar al grupo mayoritario dominante? Ninguno.

No existe un solo estudio serio en el país que documente esta supuesta pérdida de identidad dominicana y asimilación al grupo haitiano.

Sin embargo, desde hace algún tiempo se realizan algunos estudios que tienen como objetivo documentar la aculturación de los haitianos, especialmente de la segunda y tercera generación, pero también de los propios inmigrantes nacidos en Haití.
Para quienes estén interesados ​​en el tema, los remito al libro La Nueva Inmigración Haitiana, Rubén Silié, Carlos Segura y Carlos Dore Cabral, ed. Flacso-RD, 2002, que examina parcialmente este problema. (Este libro está agotado, pero puede consultarlo en las bibliotecas).