De Juan Manuel García

Esa vieja y ya reutilizada expresión, “es la economía, estúpidos”, ahora parece tener un nuevo espacio en República Dominicana. ¿O sí?

Bill Clinton expresó esta expresión en el rostro de su oponente George Bush padre durante la campaña electoral de 1992 en Estados Unidos. A partir de entonces, el dicho se convirtió en un clásico. Clinton ganó la presidencia de América del Norte, el cargo político más alto en esa potencia mundial y el de mayor influencia y reconocimiento como líder de los poderes ejecutivo y federal.

Juan Manuel García
periodista

Estados Unidos había terminado con gran éxito, y en dos escenarios mundiales también había llegado la llamada Guerra Fría y el fin de la Guerra del Golfo. De modo que Clinton estaba luchando contra Bush, que se había convertido en el referente del éxito global. Bush creía que esta elección sería un completo robo para él.

¿Qué debería pasar entonces? Clinton y sus asesores de campaña buscaban una manera de lograr que los votantes estadounidenses miraran hacia adentro, a su entorno, a sus vecindarios. Y se apoderaron de lo que estaba más cerca del pueblo. Lo de siempre: la economía y su entorno, la salud y una vida de escasez cotidiana.

Entonces Clinton se hace cargo de la campaña y dice: «Es la economía, estúpido». Y los votantes abandonaron a Bush y sus éxitos en el extranjero y centraron su atención en sus hogares, sus billeteras y su consumo diario. El éxito de este eslogan, “Es la economía, estúpido”, hizo que las encuestas se inclinaran a favor de Clinton. Y Bush, para sorpresa del mundo, perdió las elecciones.

Hace unos días, el Fondo Monetario Internacional (FMI), temido acreedor de los dominicanos y del mundo, evaluó la economía dominicana y concluyó que el país avanza en una ola de crecimiento positivo del 5% del producto interno bruto actual año 2024. , que está llegando a su fin. Por supuesto, un país sin mucha riqueza y con muchas necesidades tiene un déficit del 4% y una inflación del 4%. ¿Y quién no?

Según la aguda visión de este temible creyente, tendrá sus temores, los cuales no confesará, pero tampoco morirá de miedo. Porque la mejor parte de la historia es que las finanzas de la República Dominicana están nutridas, un hecho visible para todos, con financiamiento proveniente de la entrada de inversión extranjera directa y un déficit consolidado del sector público del 4%. La inflación sería de alrededor del 4%. Todo bajo control. Se dice.

Cualquiera que no sea tan estúpido como los perdedores de Clinton puede ver en estas cifras que la economía dominicana está creciendo y seguirá creciendo. El Estado gasta mucho, pero por el momento no está dispuesto a hacer recortes. Y pide la ayuda de todos, al amparo de las reglas a disposición del pueblo: el poder de la democracia, que conduce a la gobernabilidad sin que la carga del sistema tributario recaiga sobre quienes menos tienen para contribuir.

Aquí se debe mucho crédito por la admisión y declaración del Banco Central de que la economía dominicana creció un 5,6% solo en agosto de 2024, con un promedio anual del 5,1%, lo que indica una economía fuerte.

Cabe destacar la confianza que surge del claro liderazgo del presidente Luis Abinader, de quien todo depende. Y este hombre, como dicen los mejores observadores, “tiene lo necesario”, incluso cuando el cerdo se retuerce la cola.

Para los que no quieren creerlo: Antony Blinken, Secretario de Estado de Estados Unidos, llegó hace unos días, y aunque tuvo que volar muy alto sobre Haití para llegar, lo dijo para que lo escucharan en el siete leguas, que “el crecimiento de República Dominicana es bueno y el mayor del Caribe y de América Latina y fue a entregar sus informes trascendentales a quien lo envió, porque eso es lo que es, un muchacho”. con pedidos.

Pero no nos hagamos tontos, y Abinader demostrará que tiene los medios para dejarle claro a los ricos: hay que aumentar la presión fiscal. Y ese es un tema diferente ahora. Hay que reducir al máximo la evasión fiscal extendiendo el ITBIS a todos los sectores y a todos los productos y servicios. Es necesario reducir las exenciones y excepciones en sectores clave de la economía. Recaudar fondos con nuevos impuestos. Hay que resolver los problemas estructurales.

El sector eléctrico, ese indomable potro del olvido, debe ser la causa principal, pues representa el 40 por ciento del problema presupuestario, el déficit. Se necesita una reforma sin precedentes y rápida. Seguimiento del robo de energía. Producir energía limpia y moderna para atender a la producción y a quienes pueden y deben pagar por ella, como muchos ya lo hacen. Incluso los pobres según su medida.