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El pasaje del Evangelio de este domingo nos presenta uno de los mensajes más profundos y centrales de la enseñanza de Jesús: el amor. Cuando Jesús habla a sus discípulos, expresa la relación de amor que existe entre él y el Padre y que ahora se extiende a sus seguidores. La invitación de Jesús es clara: «Permaneced en mi amor». Esta llamada no se trata sólo de un sentimiento pasajero, sino de una vida que permanece firme en la relación con él, obedeciendo sus mandamientos y viviendo según su ejemplo.

El amor como mandamiento

Jesús deja claro que su primer mandamiento es amar a los demás como él nos ha amado. Este amor no es superficial ni egoísta, sino un amor que está dispuesto a hacer sacrificios, incluso dar la vida por los amigos. Este tipo de amor se convierte en la medida de nuestra relación con Dios y con los demás.

Cuando Jesús dice: “Nadie tiene mayor amor que dar la vida por sus amigos”, nos está mostrando que el verdadero amor implica devoción, renunciación y sacrificio. Esto nos desafía a pensar en cómo vivimos este amor en nuestra vida diaria. ¿Estamos dispuestos a hacer lo mejor que podemos por el bien de los demás? ¿Somos capaces de poner a los demás por encima de nuestros propios intereses?

De sirviente a amigo

Otro aspecto importante de este pasaje es el cambio en la relación entre Jesús y sus discípulos. Ya no los llama sirvientes, sino **amigos**. Este cambio de terminología es poderoso porque un siervo obedece por obligación, mientras que un amigo lo hace por amor y comprensión. Jesús comparte con sus discípulos todo lo que ha oído del Padre y les revela el significado profundo de su misión y propósito. No sólo siguen órdenes, sino que participan en el plan divino para llevar el amor de Dios al mundo.

Elegido para dar frutos

Una de las frases más alentadoras de este pasaje es cuando Jesús dice: “No me elegisteis vosotros, pero yo os elegí. Esto nos recuerda que nuestra relación con Dios no es el resultado de nuestras acciones o méritos, sino de su iniciativa amorosa”. . Hemos sido “elegidos para dar fruto”, fruto que debe perdurar. Este fruto puede manifestarse en nuestras buenas obras, en la forma en que tratamos a los demás y en la forma en que reflejamos el amor de Dios en nuestras vidas.

El poder de la oración

Finalmente, Jesús nos asegura que todo lo que pidamos al Padre en su nombre nos será concedido. Esto nos recuerda el poder de la oración cuando proviene de una relación auténtica con Dios. Pedir en el nombre de Jesús es pedir según su voluntad, buscando siempre lo bueno, lo justo y lo verdadero.

Diploma

El Evangelio de este domingo nos invita a vivir en el amor de Cristo, un amor que se manifiesta en nuestras acciones, en nuestras relaciones con los demás y en nuestra disposición a seguir sus mandamientos. No estamos llamados a ser servidores, sino amigos, a participar activamente en la misión de amar como Jesús nos amó. Al reflexionar sobre este pasaje, podemos preguntarnos: ¿Cómo puedo amar más a los demás en mi vida diaria? ¿Estoy dispuesto a sacrificarme por el bien de los demás y seguir el ejemplo de Jesús?