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El reciente fallo del Tercer Tribunal Colegiado del Distrito Nacional, que condena a Elizabeth Silverio Silien a siete años de prisión por asumir funciones neurocientíficas, plantea varias cuestiones éticas y jurídicas que requieren un análisis cuidadoso. Este caso pone de relieve la gran responsabilidad que conlleva trabajar en el sector sanitario, especialmente en áreas tan sensibles como la neurociencia y la psicopedagogía, donde está en juego el bienestar físico y mental de las personas.

Por un lado, el veredicto refleja una respuesta judicial a un claro abuso de la confianza pública. Además de hacerse pasar por un profesional médico sin la formación adecuada, Silverio Silien también utilizó documentos falsos para confirmar sus supuestas experiencias, agravando aún más su conducta. Tales medidas pueden tener consecuencias devastadoras para los pacientes, particularmente en el campo de la terapia neurocognitiva, donde tratamientos inadecuados podrían empeorar la condición de quienes buscan ayuda.

Desde un punto de vista crítico, el Ministerio Público pidió una pena de diez años, mientras que el tribunal impuso una pena de siete años, lo que invita a reflexionar sobre la proporcionalidad de la pena en este tipo de delitos. Si bien es cierto que se logró una condena significativa, surge la pregunta de si esta sanción es suficiente para disuadir a otros de cometer delitos similares. La gravedad del engaño y la posibilidad de que causara daños irreparables a los pacientes y sus familiares podrían justificar una pena más severa o al menos un análisis más profundo de los motivos de la reducción de pena solicitada.

Por otro lado, resulta preocupante que Silverio Silien haya podido operar durante más de dos años (entre enero de 2021 y junio de 2023) sin que ninguna autoridad o institución exponga la falsedad de sus credenciales. Esto plantea serias dudas sobre los mecanismos de supervisión y regulación en el sector de la salud. La existencia de falsos profesionales en campos tan críticos pone de relieve la urgente necesidad de reforzar los controles y exigir controles más estrictos sobre las cualificaciones de quienes pretenden ejercer en campos médicos o terapéuticos.

Desde una perspectiva reflexiva, este caso también ilustra el poder de la confianza social en los títulos de trabajo y la autoridad percibida que confieren. Los padres de los niños que asistieron al centro de terapia Silverio Silien confiaron ciegamente en su supuesta formación académica y profesional, resaltando la vulnerabilidad de los pacientes y sus familiares ante situaciones de malestar médico o psicológico. Es responsabilidad de las autoridades proteger a estos ciudadanos y garantizar que quienes brindan servicios de atención médica sean verdaderamente competentes y estén certificados.

En conclusión, el caso de Elizabeth Silverio Silien debe ser un llamado de atención no sólo para el sistema de justicia, sino también para las autoridades sanitarias del país. La confianza en los profesionales médicos es fundamental para el bienestar de la sociedad y, cuando se viola esa confianza, las consecuencias pueden ser devastadoras. Es imperativo seguir implementando medidas para proteger a los pacientes y castigar duramente a quienes se aprovechan de la buena voluntad de los ciudadanos.