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Roberto Valenzuela

Ramón Font Bernard me contó el incidente en el que el general José Arismendy (Petán) Trujillo asesinaría al presidente Joaquín Balaguer, y luego Víctor Gómez Bergés lo anota en su excelente libro “Balaguer y yo”. Font era el ayudante de Balaguer y dijo que permaneció inmutable mientras Petán se mostraba violento con su metralleta preparada. El propio Balaguer contó a Gómez Bergés sobre el incidente, que Petán calificó de primitivo.

Cuando murió el dictador, Rafael Leónidas Trujillo era el presidente Balaguer. El país estaba al borde de una guerra civil. Hubo presión interna y estadounidense para que los Trujillo abandonaran el país. Ramfis, el hijo mayor del dictador, se fue del país, pero sus tíos Petán y Negro insistieron en quedarse en República Dominicana. Petán fue ascendido a presidente y tenía previsto darle un golpe de Estado a Balaguer.

En medio de la crisis, Petán acudió a Balaguer, quien le preguntó al subsecretario de Estado de la Presidencia, Osvaldo Perdomo, «¿Tiene armas en el palacio?» Perdomo respondió que tenía un revólver pequeño. «Bueno, búscalo y tienes que estar atento porque Petán viene a mí y me dicen que es como un animal, incluso dispuesto a matarme y decirle a Checo que no dejará entrar a los Cucuyos cuando llegue». Ordenó Balaguer.

Jesús Checo era el jefe del Cuerpo de Auxiliares Militares; y los Cucuyos de la Cordillera eran un poderoso grupo paramilitar liderado por Petán.

Según Font, Petán había cometido varios delitos el mismo día, entre ellos disparar y golpear al agregado militar estadounidense.

Bergés dice que Petán llegó al palacio tal y como le habían informado a Balaguer: con un despliegue militar. Checo impidió la entrada de Los Cocuyos, donde Balaguer.

Petán pateó con su metralleta Thompson como un tornado que amenaza a Balaguer. Hubo tensión. Entraron bien armados para defender Balaguer, dos coroneles: el jefe y el subjefe del Cuerpo de Asistentes Militares.

El presidente mantuvo la calma, le permitió desahogarse y gritó que no saldría del país. Balaguer respondió que los Trujillo tendrían que salir del país para evitar el derramamiento de sangre. Se levantó, abrió una puerta de su oficina y señaló el Mar Caribe, donde estaban ubicadas las unidades de guerra de Estados Unidos. Advirtió que estaban allí para apoyar su administración y dar paso a la democracia.

Ante la firmeza del presidente Balaguer y la realidad que veían sus ojos, Petán se calmó. Las conversaciones terminaron en un tono amistoso; con el compromiso de que él y su hermano negro harían las maletas para salir del país.



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