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El proceso de reestructuración del gobierno, que incluye la fusión o disolución de ministerios y la formación de gabinetes presididos por altos funcionarios como la vicepresidenta Raquel Peña, puede verse desde diferentes perspectivas. Sin embargo, está claro que algunas de estas decisiones parecen ir en contra de los avances en ciencia, tecnología e innovación. En lugar de fortalecer las instituciones que impulsan estos sectores vitales, hay un aparente retroceso que no sólo frena el progreso sino que también amenaza los logros en áreas clave para el desarrollo de una nación moderna.

La fusión de ministerios y la formación de gabinetes, si bien responde a la necesidad de mejorar la coordinación y reducir costos, a menudo resulta en una mayor burocracia. En muchos casos, estas decisiones tienen el efecto contrario: en lugar de simplificar los procesos, añaden capas adicionales de gestión que dificultan la toma de decisiones ágiles y eficientes. Por ejemplo, fusionar instituciones con diferentes roles y objetivos corre el riesgo de diluir la especialización y el enfoque que cada una de ellas puede ofrecer en su área de especialización. Esto es particularmente preocupante en áreas como la ciencia y la tecnología, donde la especialización y la innovación son fundamentales para la competitividad y el desarrollo sostenible.

En lugar de fortalecer la capacidad del país para innovar y adaptarse a los cambios globales, estas medidas podrían terminar perpetuando un ciclo de dependencia de modelos económicos y productivos obsoletos. El retraso en la inversión en ciencia y tecnología afecta no sólo a la investigación y el desarrollo, sino también a la calidad de la educación y al futuro de las nuevas generaciones. Un país que no invierte en su capacidad de generar conocimiento es un país que está poniendo en riesgo su futuro, especialmente en un contexto global cada vez más competitivo donde la ciencia y la tecnología son los motores clave del desarrollo económico y social.

Además, asignar múltiples carteras a una misma figura, como en el caso de Raquel Peña, puede llevar a una concentración de poder que, si bien puede parecer eficiente en algunos casos, también plantea interrogantes sobre la capacidad real de gestión en áreas tan diferentes. como la salud, la energía o la educación. Es difícil imaginar que una misma persona pueda liderar efectivamente sectores tan complejos y con necesidades tan específicas sin comprometer el progreso en cada uno de ellos.

Por otro lado, es importante entender que la modernización del Estado incluye no sólo la formación de gabinetes y la fusión de ministerios, sino también inversiones en personal capacitado, en la simplificación propia de los procedimientos administrativos y en la creación de marcos regulatorios. que fomenten la innovación y apoyen económicamente el emprendimiento. Lejos de resolver los problemas, la burocracia excesiva crea obstáculos y hace que las soluciones a problemas urgentes se retrasen o no se materialicen en absoluto.

En resumen, si bien la reestructuración gubernamental y la formación de gabinetes presididos por figuras como la vicepresidenta Raquel Peña tienen buenas intenciones, parecen estar retrocediendo en aspectos claves como la ciencia, la tecnología y la innovación. En lugar de fortalecer estos sectores, se está promoviendo una burocracia que frena el desarrollo y pone en peligro el progreso en estas áreas. Para lograr un futuro más competitivo y sostenible, es importante que el gobierno reevalúe sus prioridades y se comprometa a fortalecer verdaderamente las instituciones que impulsan el progreso científico y tecnológico, en lugar de volver al pasado con decisiones que parecen más políticas que estratégicas.