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Por Roberto Valenzuela

Debido a la actividad de sus costumbres, existió un conjunto de provincias (Puerto Plata, Samaná, Barahona, Montecristi, San Pedro de Macorís) que tuvieron un gran esplendor económico, político y cultural. Pero hoy están sumidos en la pobreza, en algunos casos, como Montecristi, sus vecinos denuncian que es «un cementerio de hombres vivos».

La firma del Manifiesto por la Independencia de Cuba (25 de marzo de 1895) entre Máximo Gómez y José Martí en Montecristi habla de su esplendor.

A Puerto Plata arribaron figuras destacadas como los Independientes de Puerto Rico, el educador Eugenio María de Hostos y el «Doctor Betances» (Ramón Emeterio Betances).

El 7 de marzo de 1934, Eleonor Roosevelt, esposa del presidente estadounidense Franklin Roosevelt, visitó a una de las primeras damas más famosas del mundo, San Pedro de Macorís. San Pedro de Macorís había sido pionero en la aviación desde 1929: el río Higuamo contaba con un moderno hidropuerto en el que aterrizaban los aviones de la empresa Panamericana, que formaba parte de la ruta desde Miami, USA, a través de Cuba (primero a La Habana y luego a Santiago ). Siguió la ruta a Port-au-Prince, Haití, Puerto Rico.

Una ventaja para Samaná fue que a partir de 1884 el tren que pasaba por el Cibao estaba conectado a su puerto: por aquí entraban y salían todas las exportaciones e importaciones de la región. Había tanto empleo y actividad comercial que la primera sucursal del Royal Bank of Canada abrió en la ciudad en 1906, seguida del National Bank of Santo Domingo y la International Banking Corporation.

El colapso del comercio y la llegada de turistas y pasajeros acabó con el desarrollo de Puerto Plata, Samaná, Barahona, Montecristi y San Pedro de Macorís. Hasta la dictadura de Rafael L. Trujillo Molina (1930-1961) existía un comercio activo y un tráfico regular de pasajeros entre estas provincias y Puerto Rico, Cuba, Venezuela, Curazao, Aruba, Jamaica. Además de intercambios con Francia, Inglaterra, Alemania, Estados Unidos, España, Inglaterra.

El flujo de comercio y pasajeros se concentró en los puertos de Santo Domingo, Haina, Caucedo y el aeropuerto de América. Fuera de aquí destaca el Aeropuerto de Punta Cana en La Altagracia.

Estos puertos están en ruinas. Cada vez que un gobernante visita una de estas provincias, la principal exigencia de sus comunidades es salvar sus costumbres para que vuelva el esplendor de antaño. Fuentes: Imágenes de Nuestra Historia, Archivo General de la Nación, Academia de Historia.



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