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Publicado por Redaccion Diario55 | opinión | Viernes 6 de noviembre de 2020

«Poner a una persona con problemas del habla frente a un programa de radio o televisión es como poner a una persona daltónica como inspector de semáforos …»

(Pedro Luis Barcia)

  1. Los medios y su influencia educativa.

La teoría pedagógica ordena los medios de comunicación social, «más medios» o medios de información, como sería mejor nombrarlos dentro de las llamadas fuerzas educativas, para entender como tales a todas las instituciones u organismos que ejercen influencia pedagógica sobre el individuo. Según Francisco Larroyo, son “las agencias que más influyen en la educación de las nuevas generaciones”. Los otros poderes educativos son la escuela, la familia, la iglesia y el estado.

No se puede hablar de los medios de comunicación social más allá de las funciones educativas, orientadoras y culturales que tienen que desempeñar en la sociedad. Esta influencia de los medios de comunicación, especialmente en la mente de los niños, adolescentes y adolescentes, es sumamente fuerte en el sentido de que moldean los gustos, pensamientos y sentimientos del individuo y, de manera dialéctica o progresiva, ayudan a moldear su visión del mundo.

Se repitió hasta la saciedad que la radio, la prensa y la televisión informan, instruyen y educan. Tal realidad es, al menos en teoría, como tenemos que imaginarla. Sin embargo, si observamos cómo se comportan muchos de los actores que interactúan en estos medios, pronto nos convenceremos de que en la práctica lo anterior no es más que una simple afirmación en la que el mensaje que contiene es no siempre es cierto.

En vista de la práctica diaria de los distintos medios de información en República Dominicana que están y han estado operando en República Dominicana, cabe preguntarse si dichos medios están cumpliendo con la noble misión de ejercer una influencia positiva en las jóvenes generaciones de nuestro país. ¿Se forman realmente esos medios? ¿La influencia que ejercen es positiva o negativa?

En otras palabras, prensa, radio, televisión, etc.

¿Se forman o deforman? ¿Estos medios promueven valores verdaderos o, por el contrario, promueven contravalores en las mentes frágiles de nuestros niños, jóvenes y jóvenes? ¿Nuestros comunicadores y propietarios de medios son plenamente conscientes del papel educativo que se supone que deben desempeñar?

Y en cuanto al uso del lenguaje:

¿Los periodistas y otros comunicadores se ven a sí mismos como jueces o formadores de habilidades lingüísticas en la sociedad dominicana? Todas estas preguntas surgen en mi mente casi automáticamente:

a) Si aprecio la débil presencia de programas educativos en radio y televisión.

b) Cuando percibo la altísima proporción de imágenes sexuales y / o agresivas que se proyectan en nuestra pequeña pantalla todos los días.

c) Cuando leo en la prensa las calificativas despectivas o los epítetos palpitantes, insultantes y degradantes que suelen utilizar nuestros comentaristas y dirigentes políticos, religiosos y sindicales para combatir las ideas de sus opositores.

d) Si, en lugar del argumento razonado y teóricamente justificado en el debate de ideas, se impugna un insulto y una ofensa personal.

e) Cuando miro o escucho programas de radio y televisión en los que la chercha no imprescindible y la sosa, pegajosa o falta de comentarios sobre el peso social son los pilares fundamentales.

P) Si aprecio el bajo nivel académico de la mayoría de los locutores que trabajan en estaciones de radio, muchos de los cuales, en lugar de hablar, es más probable que griten por el micrófono.

g) Cuando escucho a un locutor o productor de televisión hacer argumentos triviales, jactanciosos o intrascendentes de carácter inequívocamente pedante, completamente insignificantes para el interés colectivo y bastante distorsionados del comportamiento de la gran masa de espectadores.

h) Cuando leo los mensajes plagados de errores ortográficos, sintácticos y semánticos.

i) Cuando escucho la pronunciación desastrosa, mezquindad, arrebatos, palabrotas, «malas palabras» o bastardos verbales que muchos de los que se comprometen a comentar las noticias en radio y televisión sacan para expresarse como si estuvieran en el banquillo del parque o en las tribunas del estadio

j) Cuando leo o escucho a muchos de nuestros destacados escritores cuyos comentarios valoran más la vida personal del artista que el trabajo profesional que han realizado.

Finalmente me pregunto si los medios de comunicación social de República Dominicana están cumpliendo plenamente su rol educativo cada vez que observo a muchas de las personas que tienen acceso a ellos abusando o desconociendo los principios más elementales de la lengua cervantina.

  1. La realidad lingüística en nuestros medios.

En contraste con su función actual, las irregularidades léxicas, semánticas, sintácticas y morfológicas más sorprendentes e incluso humorísticas de nuestros medios se leen y escuchan en el uso cotidiano del lenguaje. Están dominados por vulgarismos, navismos, errores conceptuales, jergas y frases que se desvían del registro estándar del idioma. Medios donde el contenido es más prestigioso en la información que en la forma, descuidando esta última, creando las condiciones para que los hablantes incorporen un número significativo de errores en su repertorio léxico.

Quienes habitualmente trabajan en la radio, en la prensa y en la televisión, en lugar de hacer ejercicio, prefieren adaptarse lingüística y culturalmente al destinatario, y gracias a este procedimiento, prevalece en nuestros comunicadores la idea de que se habla por los analfabetos. y debería escribir. imitar su lenguaje, utilizar su sociolecto, afirmarse, utilizar siempre la norma popular o las expresiones de los sectores menos educados. Para cumplir con su “rol rector”, los usos lingüísticos que gozan de prestigio son, curiosamente, los que corresponden a los hablantes con menor nivel educativo. Por tanto, hable en la cabina de radio y televisión como si estuviera en la habitación de la casa o en la esquina del barrio.

Una realidad lingüística tan preocupante es evidente tanto en la comunicación oral como escrita.

Para comprobar los desequilibrios expresivos del lenguaje oral, basta con escuchar uno u otro de los muchos programas de opinión que se emiten en nuestro país. En estas salas se puede escuchar de todo: gritos, amenazas, insultos, insultos, irregularidades en la articulación, mezquindad … Y en lo que respecta al lenguaje escrito, el problema es aún más grave. Entonces, si leemos con atención y analítica los diversos periódicos que circulan en nuestro país, fácilmente descubriremos en ellos los Gazapos o errores gramaticales que se publican en estos medios. Los desacuerdos, los errores ortográficos, los errores conceptuales, el uso inadecuado de los signos de puntuación, el corte inadecuado de palabras al final de una línea y la presencia de frases ambiguas o pleonásticas son algunas de las irregularidades más comunes.

El autor es profesor universitario de lengua y literatura. Residente en Santiago de los Caballeros

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